La cotidianidad hecha pesadilla: la puerta de entrada al universo Mariana Enriquez.

En Las cosas que perdimos en el fuego Mariana Enriquez lleva el terror al terreno de lo cotidiano. Sus cuentos se mueven en barrios, casas, familias y cuerpos reconocibles, pero algo se tuerce desde la primera página: una viveza emocional rara vez vista convierte cada escena en una pesadilla que el lector no consigue olvidar.

En esta colección aparecen las autodenominadas mujeres ardientes, que responden a una violencia machista extrema con una forma de protesta brutal; una estudiante que se arranca las uñas y las pestañas mientras otra intenta sostenerla; los años de apagones decretados por el gobierno durante los que tres amigas se intoxican y quedan unidas para siempre; la figura real del asesino infantil Petiso Orejudo; hikikomori, magia negra, celos, desamor, supersticiones rurales y edificios abandonados que parecen respirar.

Las protagonistas suelen ser trabajadoras sociales, policías, guías turísticos y otras figuras que se relacionan con personas invisibilizadas. A través de ellas, Enriquez explora la culpa, la compasión, la crueldad, las dificultades de convivir con otros y un terror profundamente verosímil, atravesado por pobreza, violencia de género y desigualdad social. El resultado es una literatura oscura y política que transforma el horror en una herramienta para mirar de frente aquello que normalmente se prefiere no ver.

Considerada una de las narradoras más poderosas de la literatura argentina contemporánea, Mariana Enriquez juega con recursos del policial, el realismo sucio, la crónica y el humor para construir un universo propio, reconocible y perturbador. Las cosas que perdimos en el fuego es la puerta de entrada ideal a ese mundo: un libro perfecto para quienes buscan terror y misterio con carga social, atmósfera urbana y una voz que no hace concesiones.